China reduce la contaminación, pero sigue en niveles peligrosos para la salud
Desde 2013, la guerra contra la polución ha rebajado hasta un tercio las partículas PM 2,5 en Pekín y otras grandes ciudades
China está en guerra contra la contaminación, el mayor problema que ha traído el desarrollismo de las cuatro últimas décadas. El explosivo crecimiento económico chino ha sacado al país de la pobreza y lleva camino de convertirlo en la superpotencia del siglo XXI, pero se ha producido totalmente a expensas del medioambiente, arrasado hasta extremos apocalípticos.
Con las ciudades cubiertas por una espesa niebla tóxica (“smog”) que eclipsa el sol y lo vuelve todo gris, los cielos azules son un lejano recuerdo del pasado en la mayoría de las ciudades de la industrializada costa. El humo de las fábricas y de las centrales térmicas, que generan electricidad con carbón, se alía con las emisiones de los tubos de escape de los coches y el polvo que generan las obras por doquier para sumir a las nuevas megalópolis chinas en un infierno de polución que parece sacado de «Blade Runner». Una auténtica vergüenza ecológica para el autoritario régimen de Pekín, que pregona el «sueño de China» como si fuera la versión nacional del «American way of life», pero en 2013 sufrió 189 días de alta contaminación en la capital.
Para acabar con aquellos días irrespirables, en los que se llegó a declarar la alerta roja y a cerrar los colegios al superar la polución los niveles máximos de los medidores, las autoridades anunciaron una inversión de 760.000 millones de yuanes (98.000 millones de euros) con el fin de reducir la polución en un 25 por ciento en 2017. A tenor de los últimos datos oficiales, el objetivo se ha cumplido en Pekín, donde se ha rebajado hasta un 35 por ciento el nivel de las partículas PM 2,5, tan diminutas que se cuelan en los pulmones y pueden provocar cáncer.
Las reducciones también han sido notables en otras ciudades muy contaminadas de la vecina provincia de Hebei, donde se han cerrado numerosas siderurgias y minas de carbón. Gracias a tan drásticas medidas, que han costado millones de empleos, la mayor disminución de la polución la ha vivido la capital provincial, Shijiazhuang, con un 39 por ciento, y Baoding, que en 2015 fue la ciudad más contaminada de China, con un 38 por ciento.
Además de la clausura de minas y fábricas, las autoridades han limitado los coches en grandes urbes como Pekín, donde las nuevas matrículas se conceden mediante sorteo, y están sustituyendo las centrales térmicas y las viejas calderas de la calefacción que tanto contaminan al seguir funcionando con carbón.
Por primera vez desde hace muchos años, Pekín ha vivido un invierno relativamente limpio y con cielos azules, ya que las obsoletas estufas de sus edificios solían teñir de gris los gélidos meses de diciembre, enero y febrero. A tenor de un informe de Greenpeace, la polución bajó un 33 por ciento de media en 29 ciudades de China durante el último trimestre del año pasado, en comparación con el mismo periodo de 2016. Como consecuencia, Greenpeace calcula que China ha conseguido reducir en 160.000 el número de muertes prematuras en 2017, ya que la contaminación se cobra 1,4 millones de vidas al año a tenor de cifras oficiales.
Según dicho estudio, la reducción de la polución fue del 53 por ciento en Pekín, donde el régimen ha hecho un gran esfuerzo al ser la capital y uno de los mayores escaparates de su progreso junto a Shanghái. Pero tan alta disminución parece más bien un cambio de cromos porque las autoridades han obligado a trasladar fábricas y siderurgias que estaban cerca de Pekín a otros lugares más lejanos. Buena prueba de ello es que Greenpeace solo ha detectado una reducción del 4 por ciento de las fuentes contaminantes a nivel nacional, así como un aumento del 10 por ciento de la polución en la provincia septentrional de Heilongjiang, fronteriza con Rusia.
A pesar de la disminución de las partículas PM 2,5 en las grandes ciudades, sus niveles siguen estando por encima de lo recomendado por la Organización Mundial de la Salud (OMS). Mientras los estándares internacionales fijan en 50 microgramos por metro cúbico de estas partículas el límite máximo de dichas partículas en una buena calidad del aire, la concentración en China suele ser bastante superior y en Pekín se han registrado durante los últimos más de 300.
Para seguir librando esta guerra contra la contaminación, el régimen chino ha fusionado los dos ministerios que se encargaban de la protección del entorno. Con sus funciones reforzadas, el nuevo Ministerio de Ecología y Medioambiente ya está elaborando el segundo censo de fuentes contaminantes.
El primero, efectuado entre 2007 y 2009, detectó 5,9 millones de agentes responsables de la polución, sobre todo en las provincias industriales de Cantón (Guangdong), Jiangsu y Zhejiang. El segundo censo, que estará terminado en 2019, ya ha localizado nueve millones de fuentes de contaminación, incluyendo 7,4 millones de carácter industrial, un millón en zonas rurales y medio millón en las ciudades.
«El objetivo del censo es recabar exhaustivamente los datos para que pueda reflejar la extensión de la polución», explicó el responsable de este estudio ministerial, Hong Yaxiong, según informa la agencia de noticias Reuters.
Además, el censo ha registrado 209.800 millones de toneladas de aguas residuales, 63,7 billones de cúbicos de gases contaminantes y 385.200 millones de toneladas de residuos sólidos industriales. Más allá de su olor, marean estas cifras tan desorbitadas que demuestran el altísimo precio que China está pagando por su desarrollo económico.
Comentarios
Publicar un comentario